Ya habían pasado casi dos décadas de esos 44 días que cambiaron para siempre la historia de nuestro país.
El año 1958 se otorgó al honor y la valentía de don Marciano, quien para mediados de los 90s, partiría a rendir cuentas al cielo por todas las buenas y malas acciones durante la guerra civil. 1958 por allá en California, empezaba la vida una pequeña hermosa que muchos años después, traería los hilos del interés por aquel señor condecorado en la fecha del nacimiento.
La década de los 40 fue revolucionaria y los Calderonistas y los Figueristas empujaron los ideales, y entre asilos y elecciones fraudulentas, con incendios programados en centros de votación y silencios vectoriales, llevaron en el 48 a estallar el ímpetu de la democracia contra la codicia de la corrupción.
Pérez Zeledón libró batallas y cientos de ticos murieron para crear instituciones y leyes que ostentan las bases de la institucionalidad actual.
La letra inconfundible de don Bernardo mi tío, quien se fue al cielo en 2019, atinaba con criterio los aprobados por honor y descartaba los que, llenos de astucia, hacían las filas por la medalla y la remuneración vitalicia. Dignos recuerdos que embellecen nuestro cantón y resaltan la maravillosa paz que caracteriza nuestra idiosincrasia, e ilusiona las fronteras y cautiva a los visitantes, todos orgullosos de ser o vivir en este cielo azul que protege a personas de alma blanca, que sostiene los valores con la sangre roja derramada por vocación, para la admiración eterna.
Que lo que aconteció en Marzo y Abril del año 1948 nunca se olvide, y menos a los gestores de nuestra tranquilidad!
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